Hay muchas maneras de matar el tiempo, ya lo han dicho antes. Salir a tomar el aire, mirar el horizonte, las paredes pintadas y fingir, y creer, que uno es un ser solitario por naturaleza. Ser morboso con la idea de la naturaleza y repetirlo muchas veces, hasta redimirla, darle un poco de dignidad frente a nuestros ojos. Hay muchas maneras de matar el tiempo. Fumar un cigarro, buscarse una copa, y ver una mala película porno en la televisión, quizás una mexicana. Hay muchas maneras de matar el tiempo. Fingir y creer, ilusionarse con la idea de que siempre se es lo suficientemente humano. Resulta que no matamos el tiempo, solo lo pasamos y jugamos a ser todo lo que se dice de nosotros. ¡Si tan solo pudiésemos sujetarlo del brazo, torpemente, como al hombre invisible, forcejear con él y clavarle un cuchillo de una vez! La sangre delataría su presencia, bailaría frente a nosotros un rato y caería amablemente.
Pero el tiempo nunca es amable. Bien lo dijo San Agustín. Juan Carlos aún no responde. El lazo aún sangra en mi cuello, mientras mi vejiga está estropeada por la correa apretada y la mujer ausente. Mi orgullo ya se enteró que nada en esta ciudad mata. Nada, salvo la vejez o un conductor ebrio.
Pero el tiempo nunca es amable. Bien lo dijo San Agustín. Juan Carlos aún no responde. El lazo aún sangra en mi cuello, mientras mi vejiga está estropeada por la correa apretada y la mujer ausente. Mi orgullo ya se enteró que nada en esta ciudad mata. Nada, salvo la vejez o un conductor ebrio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario